martes, 3 de junio de 2008

Ciencia, Comunicación y Cultura

Karla Maldonado
El debate acerca del rol que debe jugar la Comunicación Social respecto de la Ciencia se ha centrado en torno a la importancia de la divulgación de la ciencia -especialmente de sus resultados-, del papel de la comunicación en la educación sobre la ciencia o como informadora de hechos científicos.
La reflexión que aquí se propone intentará abarcar y trascender las dimensiones de lo informativo, divulgativo y educativo de la comunicación; aquello que permite servir como medio para entronizar conocimientos científicos en la cultura.
Al plantear así el problema no pretendemos minimizar la pertinencia de esas tres dimensiones; queremos señalar que su abordaje será más claro una vez que se debatan otros aspectos más comprensivos del problema "Ciencia y Comunicación".
En primer lugar, nos permitimos una digresión a fin de cuestionar la expectativa que, con frecuencia, encontramos que tiene el común de la gente sobre comunicación.
La gente imagina que es el "arte de decir las cosas que otros piensan, buscando la manera más práctica de hacerlo"; es la imagen del comunicador como un hablador, cuya habilidad fundamental es transmitir, como un intermediario que sirve de conducto para que la información viaje de un lado a otro. Sin duda, ésta es una de sus tareas; pensar que sea la única reduce la vasta riqueza de un área que todavía no sabe cómo catalogarse: como ciencia, como disciplina o como arte.
La comunicación social trasciende el mero acto de la transmisión, ya que su objeto fundamental es la puesta en común -la socialización- de diversas concepciones del mundo; para lograrlo debe superar su condición de objeto -canal receptor o transmisor- para entrar a la interpretación.
Pero, ¿qué interpreta el comunicador?, ¿a nombre de quién y con qué derecho?. Primero hay que resaltar que el acto interpretador -como aquí lo expresamos- no hace referencia a una voluntad individual de "acomodar" determinado hecho para comunicarlo, sino al proceso de dar significación a hechos que, para adquirir valor social o sentido, deben comunicarse.
Esta acción comunicativa, más allá de ser un paso de intermediación entre el Emisor y los Receptores, es un acto de reinterpretación cuya función esencial es humanizar hechos, sucesos, propuestas o saberes para que operen en determinados contextos con precisas finalidades. Por eso, la comunicación, antes que nada, es un fenómeno cultural.
Podemos decir, pues, que el comunicador interpreta aquello que sea susceptible de socialización, y que lo hace en nombre de un interés, o de una necesidad, que es la de "poner a funcionar" determinados saberes al servicio de la gente.

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